sábado, 24 de noviembre de 2012

Soy captador en estudios de mercado

Desde que mi querida Administración púbica pública no me deja trabajar en la enseñanza a causa de mi permiso para estudiar en México, a pesar de que no comienzo mi máster hasta enero, la verdad es que la vida me ha cambiado económicamente a peor. Más que nada, porque no he visto sueldo desde finales de agosto, y claro, esto ha sido una sangría. Y luego tengo un defecto: como. Y a veces hasta tengo que pagar cosas.

Por suerte, cuento con bastantes amigos que hacen las cosas más variopintas, y se me ocurrió llamar a uno de ellos, Javi. Javi trabaja en una empresa de estudios de mercado, y alguna vez, cuando era estudiante, fui uno de sus conejillos de indias en la prueba de productos. Así que lo llamé, hice una prueba y ¡listo!: tuve la suerte de trabajar haciendo estudios de mercado de 10 a 14 y de 16 a 20, cobrando entre dos euros y medio y tres euros por encuesta. No es el sueño de mi vida, pero de algo hay que comer.

El trabajo en sí es sencillo: uno coge una carpetita con encuestas, sale a la puerta del hotel donde se hace el estudio y comienza a "captar" sujetos que quieran probar el producto. Hoy hemos acabado uno sobre zumos, así que me he pasado la semana haciendo lo siguiente:

(Esquina de una calle transitada -sin bolso-, carpetita en una mano y boli en la otra. Sonrisa como para animar a un enfermo terminal)
Pregunta: ¡Hola! Una pregunta: ¿te/le/os/les gusta el zumo?
Respuesta habitual: No.

Fin del asunto. Si fuera por las respuestas que conseguimos el 80% de las veces, a nadie le gustaría nada. Yo no sé por qué dicen que somos un país consumista, si mi experiencia es que no hay producto que agrade a la gente.

Evidentemente, luego está ese agradable 10% que se para, escucha la pregunta, te dice que le gustan los zumos y, si pueden, te acompañan a probar el nuevo producto y dar su opinión, llevándose por ello un bolígrafo de regalo; o, si no pueden, se disculpan porque tienen prisa o van a trabajar y se marchan despidiéndose amablemente. Sí, amigos, esta opción sería la ideal y más sencilla, pero no hay manera. Somos un país de maleducados. Sé que estaréis pensando que los captadores nos ponemos pesados e insistimos, pero no es mi caso. En fin, así somos.

Y cabe preguntarse: ¿qué pasa con el 10% restante? Pues que dan respuestas divertidas, o se comportan de manera rara, y en esos casos te entran ganas de reírte en su cara y no puedes. También entran en este grupo los que te miran mal o se enfrentan a ti, que lo que te dan ganas es de salir corriendo, porque pelearme por dos euros con cincuenta, va a ser que no. Aquí presento una pequeña clasificación de estos seres:

  • Los paranoicos, o de la Teoría de la Conspiración. Estos son poco abundantes, pero se hacen notar. Básicamente los descubres cuando les preguntas si les gusta el zumo y te contestan ¡Uhhhhh, no, no, no! Estoy en contra de los zumos. Y se paran y te dan argumentos de lo más peregrino no para no hacer la encuesta, sino para que tú, alocado jovenzuelo, no vuelvas a probar zumos jamás. Los más comunes te hablan de que suben el azúcar, por ejemplo, pero una señora estaba convencida de que provocan cáncer, y otra, que me quería obligar a ponerlo en el cuestionario y comentarlo con los nuevos consumidores, afirmaba categóricamente que son la causa de la leucemia. ¡Cuánto daño ha hecho el consultorio médico de Pronto!
  • Los desconfiados. Esta gente piensa que le vas a robar, matar o violar, o al menos eso transmiten. Tienen dos pintas habituales: señoras con ropa de marca y señores con traje caro-caro-caro. A veces se te enfrentan: ¡¡Me lo preguntas dos veces cada día!!. Que digo yo, si ya saben que estamos ahí y somos una amenaza, que se cambien a la otra acera. Las señoras en particular agarran las bolsas de las compras o el bolso hasta que se les ponen los dedos azules, cangrenados. 
  • Los alternativos. Detesto a esta gente. Normalmente son maricas-modernas y hippi-pijos. Los hippi-pijos te miran con lástima, como si fueras un desecho que se merece estar trabajando en semejante bazofia. Los detesto. Los maricas-modernas son un misterio de la naturaleza. No hablan. No contestan. Te miran, se les ponen los ojos desenfocados y siguen caminando. Creo que no soportan que el vulgar mundo real les invada ni dos segundos.
  • Los miedosos. Estos me resultan graciosos. Te ven e inventan estratagemas para huir del momento que les aterra, tu pregunta. Lo más común es que intenten rodearte, aunque tengan que parar el tráfico; que intenten hacer como que hablan con el móvil (inciso: al principio, pensaba que mucha gente levantaba el brazo a lo militar cuando me veían. Ahora sé que no es por respeto); o que bajen la mirada. Estos son los mejores. O estas, porque suelen ser mujeres: cruzan los brazos, caminan rápido y, cuando les preguntas, bajan la cabeza y la van girando hacia el lado contrario a ti. Te dan ganas de gritarles algo como ¡UHHH, soy el cocoooooo!. Delirante.
En fin, esto es más o menos a lo que me he dedicado esta semana. Productivo, ¿verdad? Pues nada, a seguir trabajando, que mientras haya que hacer, podremos darnos por satisfechos.


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